No ha de ser libre el hijo de una madre que nace del vientre de una mujer esclava, porque la libertad ha de ser virtud solo de los pueblos libres. Ay de aquel que no lucha por allanar el camino de sus hijos cuando en manos de la esclavitud la tierra de sus padres sufre, porque verá de seguro brotar la tristeza de los ojos de un niño, y va a sufrir, y va a llorar y le dolerá el corazón
El vientre de América está preñado con la simiente de la destrucción, y no ha de nacer en un instante, porque así como la naturaleza dota al cuerpo de las herramientas necesarias para dar la vida, también los pueblos tienen la ignorancia suficiente para que poco a poco permitan que nazca de sus propias entrañas la esclavitud. Y va caminando el hombre de América por un sendero de paz, y la paz no ha de ser completa, porque así como la felicidad se conquista con el filo del sacrificio, también la paz es un camino que se ha de allanar a golpes de trabajo y sudor. Y ha de caminar pues en pos de su propia felicidad, y no ha de mirarse en el espejo de la felicidad o la tristeza del que a su lado camina, sino, ha de caminar haciendo camino al andar, para él, y para los demás. Pero no, el hombre de América es como el ciervo y su monte, camina en pos de un pasado que le duele, porque la herida está abierta, y no desea que cierre, porque el sentido de su vida es la herida, y la sangre que brota limpia y pura ha de ser alimento de la hoguera que quema su odio por el que tiene mas.
Que vaya a la Puerta del Sol aquel que es español, al Louvre el francés y a la Meca el árabe, pero el indio, el latino y el americano deben ir a su tierra, a la tierra mas linda que ojos humanos vieron, y cultivarla, y abonarla de amor y trabajo para un futuro mejor, para allanar el camino de sus hijos, porque ese es el mensaje. Por él miles de héroes han derramado su sangre victimas de la maldad. Le toca al hombre de América comprender que el sacrificio no ha de ser en vano, porque solo es vana la ilusión de que por el camino de la confrontación, el odio, la venganza y la envidia, se allana el sendero de los pueblos a la paz.
La palabra evocadora ha de caer en oídos prudentes y atentos, así como ha de caer la semilla en tierra fértil para germinar, de lo contrario, si la palabra evocadora no se convierte en verbo, todo estará perdido. Y parece indicar que es así, el hombre de América no parece haber entendido el mensaje, y la sangre que se derramó parece haberse secado, y las consecuencias no han de hacerse esperar. Un ciclón de acontecimientos sacude la tierra de Bolívar, tierra de héroes invencibles y cuna de libertad. Justamente en esa tierra es donde está el vientre de América, un vientre que está preñado del germen del odio y que ya no es libre. Ha de nacer pues la simiente que destruirá América, porque el hombre americano no quiere ver, y no ve, y va por la vida con los ojos en la nuca echándole la culpa de todos sus males a los demás.
Saben los sabios que los pueblos de América están empachados de odios y envidias, pero también los maestros del mal lo saben, porque ellos fueron los que alimentaron a los pueblos, porque de eso se alimentan. De la debilidad del alma noble ha de vivir el mal, porque sabe que solo en el pobre, en el más pobre, es más fértil la envidia y el odio, y de pobres está infestada América. Han de saber los pueblos que la pobreza no ha de ser una enfermedad, ¡es la pobreza el néctar que alimenta la bondad de los pueblos, porque solo en el pobre se albergan todas las virtudes del hombre!, ha de sentirse el hombre orgulloso de su pobreza, porque pobre quiso ser quien por nosotros fue a la cruz.
Con los pies descalzos del indio se formaron caminos a través de montañas selvas y llanos, y para ello solo hizo falta la fortaleza del alma y los deseos de hacer senderos para un futuro mejor, pero al parecer esos mismos pies hoy calzados, no tienen la fuerza suficiente para forjar su propio porvenir, y amparados en odios inculcados buscan fuentes alternativas de vida que solo conducen a la destrucción de su propia naturaleza. El hombre de América abraza hoy la brasa ardiente que ha de quemar las manos que construyen, que forjan y dan esperanzas, es por ello que van a sufrir, van a llorar y van a ver a sus hijos derramar lágrimas de sangre, solo nos salvará de este futuro amargo una América unida que saque de su vientre de una vez y para siempre la simiente del mal.
Luís Alberto Ramírez Miami
martes, 19 de febrero de 2008
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