lunes, 16 de febrero de 2009

Reflexiones de un día después

Para el totalitarismo constituye una estrategia mantener, incluso a los grupos favorecidos al borde de la escasez, porque un estado general de escasez aumenta la importancia de los pequeños privilegios. La atmósfera social debe ser mantenida siempre en conflicto político donde la sola adquisición de un pedazo de carne marque la diferencia entre la riqueza y la pobreza. En las masas debe ser constante el sujeto donde prevalezca el fanatismo ignorante y crédulo, donde more el miedo, el odio, la adulación y una continúa sensación orgiástica al triunfo. Estas mas que todo son las bases del totalitarismo, y fueron muy bien usadas en Venezuela. Fueron bases del castrismo en Cuba y en lo adelante lo serán por mucho tiempo allá. Que no crean los venezolanos que la democracia participativa aun mora en su territorio; ahora mas que nunca se cumple la promesa de su presidente –“Venezuela ha de navegar por el mismo mar de felicidad que navega Cuba” Llegará pronto el día en que las profecías orwelianas se harán una realidad en el continente, y no hay nada que se pueda hacer, nosotros mismos con nuestro ignorante comportamiento quemamos la tierra que en cenizas nos va a tragar.

Los hechos que dieron esta última pasada semana la victoria al chavismo en Venezuela no son más que la muestra de nuestra incompetencia para darle a entender a los idiotas que la represión, la opresión y la grandeza de los inteligentes no son mas que consecuencias del enano pensamiento de las masas. No esperaba otra cosa, la enorme masa microcefálica con calzones rojos será culpable de su desgracia y de la desgracia de sus hijos, nietos, y futuras generaciones. No saben, y no podrán saber jamás que su comportamiento próximo pasado es el caldo de cultivo que necesitaba la maldad para cabalgar por encima de los pueblos de América del sur aplastando todo lo que lentamente y a base de sangre, sudor y lágrimas se había obtenido. No somos pues culpables de nada, hasta que la nada desaparece. Muchas gracias.

Luís Alberto Ramírez - Miami