domingo, 8 de noviembre de 2009

Nosotros somos el Pueblo

El día nueve de noviembre se cumple un aniversario más de la caída del muro de Berlín. El desplome del muro fue el acontecimiento que marcó el verdadero comienzo del paulatino desmerengamiento del campo socialista. Los pedazos de concreto que aquella luminosa noche cayeron y golpearon estrepitosamente el pavimento de ambas partes, abrieron las alas a la libertad, a la unión de un pueblo separado por una ideología de opresión y engaño “Nosotros somos el Pueblo” gritaban las masas, consigna que fue emblema que allanó el camino para que la libertad explotara como cual big bang e iluminara a toda Europa.

Hoy se mira desde el tiempo y se ve como algo anacrónico, atrasado el muro, y de él nadie se acuerda, el simbolismo se perdió en los confines de la memoria histórica y solo queda como algo significativo el derrumbe, la caída, el breve espacio de tiempo que duró la unión y la reconciliación de un solo pueblo dividido por el comunismo. Las potencias que emergieron como puntas políticas mundiales se repartieron Europa como parcelaron los colonos ingleses la tierra de nadie en América, como si los europeos fuesen tribus de indios sin cultura, sin historia y sin valor. La guerra agotó a Europa y los pueblos cansados ya de las sangrientas e interminables batallas no les quedo más remedio que obedecer, plegarse como míseros ratones a la voluntad de dos potencias, cada una con conceptos sociales y políticos totalmente antagónicos.

La evolución social europea en poco tiempo tomó conciencia de su situación y la lucha por la libertad no se hizo esperar. Hoy nadie se acuerda ya de la RDA, ni de los que murieron a la vera de aquel muro, de los que rasgaron sus vestiduras tratando de saltarlo, los que dejaron su piel en la fría roca y de los que derramaron su sangre en el intento de brincar, todo eso se guardó en un cofre de acero bajo mil candados y se echó a las profundidades de un océano de olvido, para que nadie pudiera sacarlo y pedir justicia. Sin embargo, ya el tiempo se hizo cargo de los responsables personales que llevaron a cabo la construcción de aquel muro, pero la naturaleza que rige el destino de los hombres y la vida en el planeta, jueza y jurado de nuestras vidas, no tiene jurisdicción sobre la historia política de la humanidad, y es aquí donde la verdadera justicia de los pueblos cumple su cometido.

Fue justamente el comunismo fuente de inspiración para que la maldad, la injusticia y la opresión campearan por su respeto amparados por el simbolismo del muro de Berlín, y es al comunismo a quien hay que pedirle cuentas, no solo por lo que pasó en Europa sino, por el daño que ha hecho y hace a la humanidad. Hoy, a veinte años de aquel glorioso ejemplo de unidad popular, todavía existen pueblos que sufren los embates del totalitarismo comunista y le toca al mundo hacerse eco de sus calvarios, les toca denunciar que aun cuando se ve el ejemplo del muro de Berlín como algo viejo, anacrónico, todavía hay pueblos que están separados por un solo hombre, por la implantación obligada de una ideología, por un muro mucho más grande en simbolismo de la maldad que el de Berlín. Debería Europa, ahora que está enfrascada en desempolvar al comunismo europeo, en sacarlo del fondo del océano del olvido y sentarlo en el banquillo de los acusados, darle una mirada al caribe, quizás descubra por allí al culpable de que un pueblo haya vivido separado por cincuenta años debido a los caprichos de un solo hombre; eso sería un ejemplo no solo para Europa sino, para América, que mucha falta le hace. Muchas gracias.

No hay comentarios: