lunes, 28 de diciembre de 2009

"El pueblo probeta"


En un artículo publicado en Cubanet y en el Herald de Miami, firmado por Carlos Alberto Montaner, dice que la única solución al problema cubano es la desaparición física de los hermanos Castro. Es verdad que ese engendro político, que ha sobrevivido en Cuba por más de cincuenta años, que es un invento castrista, una solución química a base de fascismo, comunismo, capitalismo y unos cuantos toques de personalismo y narcisismo muy bien pudiera desaparecer una vez los químicos que la inventaron se mueran. Sin embargo, esa sustancia es sumamente efectiva, el derivado de esa mezcla se está usando de forma paulatina en Latinoamérica y está causando los mismos efectos que en Cuba.

La inoculación de esa sustancia psíquica en el cerebro de un pueblo causa una especie de choque emocional tan agudo que es muy difícil diagnosticar con solo una mirada si se padece de la enfermedad del “pueblo de probeta” o es solo un reflejo transitorio de un ataque de izquierda irracional. Le he dado el nombre de pueblo de probeta al resultado del experimento cubano porque pareciera que Fidel introdujo esa maligna sustancia en una gigantesca probeta y metió a la mayoría del pueblo dentro, contaminando así la vida de toda Cuba.

Para hacer un análisis serio en esta materia no basta con ser solamente un sociólogo, porque la sociología no ha adoptado como materia el singular y único comportamiento del pueblo cubano. No soy sociólogo y mucho menos alardearía con hacer un análisis de tipo social sin conocimiento de causa, empero me atrevo fácilmente a dar mi opinión con respecto al comportamiento de los cubanos y a discrepar de las conclusiones del laureado escritor Carlos Alberto Montaner.

La dinámica dentro de Cuba no es simplemente la maquinaria represiva y el engranaje ideológico y cerrado que mantiene el gobierno contra la sociedad, es la transformación emocional que ha sufrido la sociedad cubana de forma individual, es decir, las gentes se miden mucho de palabra y actos no solo porque temen a la respuesta del gobierno sino, le temen a la respuesta de su entorno. El individualismo ideológico es tan exagerado que el comportamiento cotidiano daña por añadidura la mentalidad subyacente a tal extremo que los eslogan, consignas y lineamientos que el gobierno dirige a las masas prenden con tanta rapidez y eficacia que no queda espacio para la duda.

Si le preguntamos a cualquier cubano, de cualquier oficio, sobre su desarrollo intelectual o académico lo primero que te dice es “gracias a la revolución” soy Medico, Músico, deportista, cualquier cosa; es como si no existiera la revolución, el talento para ser lo que son no se hubiera desarrollado, y en Cuba no hubiese médicos, ni músicos, deportistas ni nada.

Una queja en un centro de trabajo, en uno estudiantil o en la asamblea popular de un barrio cualquiera no tiene lugar si primero no se exonera al gobierno de toda responsabilidad. La sociedad se maneja automáticamente, y se sacrifica en pos de su subsistencia y la de los suyos. En un viaje que di a Cuba, a raíz de la convocatoria gubernamental en contra del proyecto Varela y para acabar de considerar vitalicio el sistema social actual, le pregunté a mi Padre, que a la sazón ya tenia ochenta y dos años, por qué había ido a votar a favor de esa aberración si ya el estaba cumplido, y además, siempre estuvo en desacuerdo con el proceso cubano. La respuesta no me asombró en lo absoluto ¡Porque no quiero señalar a los nietos! Así se comporta la gran masa cubana y el que no lo haga, paga las consecuencias, no solo con la furia del gobierno sino, con la ignorancia y el resquemor del entorno social. Una amiga mía, que pertenece al frente cívico femenino Gladis Núñez, que apoya a las Damas de Blanco, ha condenado por sus actos a sus hijos y a ella misma. Nadie se le acerca por miedo, no le dan trabajo, los hijos no pueden estudiar ni trabajar ¿Cómo puede vivir esa mujer sola, con dos hijos, y un hermano enfermo mental sin la ayuda de nadie? Ella es un vivo ejemplo del por qué en Cuba a la mayoría no le importa quien esté o no en las más altas esferas del poder. Si quitan a alguien y ponen a otro, a nadie le importa, solo hay dos cosas en mente, resolver para comer y vestir, y la esperanza de abandonar el país.

Por la parte que corresponde al motor del poder, ya la maquinaria arranca y camina diariamente por inercia, como lo hace el Sol. Ya no hay que decirle a un militar lo que se debe hacer, ni a un policía, no hay que instruir a nadie, todos saben que la carreta tiene que andar, y no importa que suenen sus ejes por falta de grasa, como dijera Atahualpa Yupanqui “Si a mi me gusta que suene, pa’que los quiero engrasao”. A nadie asombra que fusilen a un general que hasta el día anterior fue héroe de la republica, a tres jóvenes negros que nadie conocía y que a nadie hicieron daño; que encarcelen masivamente a todos los opositores, que quiten de un día para otro sin la menor explicación al Canciller, al vicepresidente, no importa si lo era del Consejo de Estado o el de ministros o del que sea, la maquinaria va a seguir funcionando esté quien esté o falte quien falte.

Voy ahora al centro de este comentario, la afirmación de Carlos Alberto de que el día que desaparezca Fidel y Raúl aquello no hay quien lo siga. Pues bien, para seguir aquello no hay que hacer nada extraordinario, solo dejar que las aguas sigan su cauce, sin tocar ni modificar nada. La sociedad cubana (pena me da afirmar esto) esta tan moldeada a su modo de vida, que su existencia es instintiva, es como la vida de un animalito que no sabe siquiera que existe, y en consecuencia todo lo hace por intuición. El cubano sale a la calle en la mañana como lo hace un gorrioncillo de la gran ciudad, con la misma ingenuidad, la misma información y con la esperanza de hacer lo que se deba hacer para llevarse un pedazo de pan a la boca y algunas migajas para el nido.

¡Claro que Cuba ha de cambiar, y cambiará! Pero no con la desaparición física de Fidel, incluso la de Raúl, sino, con la de los que quedan, y quedan diez, solo así va a cambiar Cuba, porque si los históricos permiten cambios en Cuba aun estando en vida, están más locos que una cabra, porque el pellejo de ninguno de ellos valdría diez centavos en moneda nacional el metro en la plaza publica. Muchas gracias.

3 comentarios:

Jose Gonzalez dijo...

Luis,muy buen articulo que refleja la realidad del cubano medio en la isla y el experimento castrista.

saludos

Luis Alberto Ramírez dijo...

Hace mucho tiempo que Carlos Alberto slio de Cuba y solo la conoce por juvenil experiencia y por carambola. Los que salieron hace poco y muchos de los que alli aun viven, saben de lo que estoy hablando. Gracias José.

Luis Alberto Ramírez dijo...

Llegate José a Old Havana time, es tambien un blog de mi autoría. Te va a gustar. La noticia es comentada con picardía. http://olhavanatime.blogspot.com/