viernes, 11 de febrero de 2011

Incógnitas de Polo y Yoani.





Polo Montañés y Yoani Sánchez son de un eje sus dos ruedas, con la diferencia que giran en sentido contrario.

Polo nació en la finca “El Brujito”, en plena Sierra del Rosario, Pinar del Río. Dio sus primeros pasos educacionales sin zapatos y con muy pocos deseos de estudiar. Creció entre la manigua y el monte, entre el arado y la yagua; entre la yegua y la vaca. Trabajó como tractorista, ordeñador de chivas, carneras, vacas y en cuantas faenas le exigía su condición de campesino humilde. Pero dentro de su alma se fue desarrollando la poesía de manera prodigiosa. Desde muy niño supo combinar muy bien el sonido de la guitarra con la lírica de sus poesías. Sin ninguna preparación académica, Polo alternaba su condición de campesino con su enorme talento. En los días trabajaba a pleno sol arando la tierra, cultivando los campos, y en las noches araba su mente y cultivaba su arte. Así transcurrieron muchos, muchísimos años, con la gaveta llena de cosas lindas que eran verdad. Fue aquel diamante bruto que nadie quería pulir y que la dirección cultural de su pueblo siempre ignoró.

Cantó en guateques campesinos de por aquí y por allá, en comelatas improvisadas y amenizó uno que otro restaurante en busca de alguna propina o más que todo reconocimiento artístico. El gobierno de Cuba nunca lo reconoció, incluso le negó su educación, pero Polo siguió ahí, aferrado a su talento como garrapata al perro. Hasta que un día, un dichoso día, la suerte lo encontró.

Cuando cantaba en el restaurante “La Terraza” de Candelaria lo escuchó un empresario capitalista y al instante se acordó del poeta cubano José Martí cuando dijo: “Todo es hermoso y constante, todo es música y razón, y todo como el diamante, antes de luz fue carbón”.

A partir de ese día la vida de Polo cambió rotundamente, dejó de llamarse Fernando Borrego Linares para convertirse en una gloria de Cuba: el Guajiro natural. La fama lo envolvió tan rápidamente que no le dio tiempo a comprenderla, a razonarla, a disfrutarla.

Había pasado cuarenta y siete años de su vida diciéndole a Cuba que él era Polo Montañés y nunca lo escucharon, nunca lo entendieron, jamás lo ayudaron. Tuvo que ir un extranjero, un odiado capitalista extranjero y escucharlo, pulirlo y ayudarlo. Sin embargo, Polo agradeció a la “Revolución” por lo que no le dio, por lo que le ignoró y por el ostracismo donde lo hundió. Porque Polo era un buen cubano, un buen poeta, buen compositor, buen músico y un buen castrista. ¿Por qué? No se sabe, esa es la incógnita de Polo.

Yoani Sánchez es la rueda que da vueltas en sentido opuesto. Nació en Centro Habana en el año 1975, hija de un ferroviario devenido en ingeniero reparador de bicicletas. Asistió a la escuela primaria con impecable uniforme rojiblanco y pañoleta roja. Siempre fue una niña muy aplicada, estudiosa, inteligente y respetada. Cursó estudios secundarios y asistió a la Escuela al Campo. Por esos días ya escribía cosas que pudieran haber incomodado al “Gobierno Revolucionario”, algo así como: “Vivir en albergues crea la sensación de que nada te pertenece, toda tu vida, tus cosas, tu privacidad y hasta tu desnudez son de propiedad pública. Por dos años cursó estudios en un instituto pedagógico y realizó una especialización en literatura española. Ingresó en la Facultad de Artes y letras de la Universidad de La Habana donde se graduó como licenciada en filología hispánica.

Trabajó en la editorial Gente Nueva, de literatura infantil, pero aparentemente la remuneración era muy pobre y se dedicó a trabajar con el turismo extranjero hasta lograr el sueño de todo joven cubano: “abandonar la Isla”. Emigró a Suiza en condición de no se sabe qué con una carta de invitación de no se sabe quién. El caso es que dos años más tarde regresó a Cuba haciendo algo que muy pocos cubanos logran: integrándose plenamente a ella; siendo aceptada con todo y la libreta de racionamiento.

En Suiza aprendió el arte de la Internet y decidió abrir un blog plano de pocos colores y letras cortas de nombre Generación Y. Y de repente, de buenas a primeras, le otorgan el premio Ortega y Gasset del periodismo cibernético. Al instante la fama de Yoani Sánchez se remonta a los confines de la tierra y su blog se convierte en el portal hispano más visitado de la red. La nombran miembro de honor del festival de cine de Praga, está entre las diez personalidades más influyentes del año 2009 por el New York Time, le otorgaron el premio Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia y su nombre se menciona con letras mayúsculas cuando se habla de la blogósfera mundial.

Yoani es un fruto de la “Revolución Cubana”. Fue educada por el sistema y obtuvo privilegios que Polo Montañés no tuvo nunca y que muchos cubanos no pueden siquiera soñar. Sin embargo. ¿Cómo es posible que un blog, nacido en un cuartucho en La Habana se convierte por obra y gracia de sabe Dios qué, en el portal más importante de la red de redes? ¿Por qué Yoani Sánchez es el enemigo más grande del régimen castrista? No se sabe, esa es la Incógnita de Yoani.



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