viernes, 15 de febrero de 2008

"La noche del OVNI"

Era una noche demasiado oscura, densa, quizás mas de lo normal, el cielo estaba totalmente despejado y el calor era poco menos que infernal... Esa, como casi todas las noches, el gobierno había quitado la electricidad, tal ves mas temprano que otras veces porque ya desde la mañana estábamos sin la necesaria energía... El caso fue que también como todos los días tomé una colchoneta, algunos trapos, una almohada y me fui a la azotea de mi apartamento en la Habana vieja a ver si la suave y casi imperceptible brisa de la noche me otorgaba la oportunidad de recibir los brazos de Morfeo... La noche en verdad era calurosa, no podía conciliar sueño alguno, sin embargo, el espectáculo del cielo nocturno, de aquella oscura noche habanera era totalmente impresionante, un manto enorme lleno de luminosas estrelles se habría ante mi vista con total desenfado... Mi imaginación volaba sin obstáculo alguno, me imaginaba estar en medio del océano encima de un barco, allá en lo mas alto de su mástil, en el carajo si era preciso, conquistando el nuevo mundo por allá por los tiempos de la corbata de plywood... De repente, noté una luz en movimiento, en medio de tantos pequeños objetos brillantes pude ver aquel diminuto objeto brillante en rápidos zigzagueos; en principio era pequeño, casi del mismo tamaño de la estrella polar, y tan brillante como ella. No podía ser otra cosa que una estrella desprendida del manto celeste, una estrella de esas que ya han muerto hace siglos y que su luz navega por el universo hasta el final de los tiempos, o un pedazo de piedra desprendido de algun lugar que entró sin permiso a la tierra, sin embargo, no era normal, se movía de un extremo al otro del hemisferio con sorprendente velocidad sin dejar ningún tipo de estela, se detenía súbitamente, un frenaje de esos que no tienen deslisamiento, violaba descaradamente la ley de la inercia. Aquel espectáculo me sorprendió sobremanera, de tal forma que me detuve con minucioso interés a observarlo.

La luz se fue haciendo grande, hasta alcanzar el tamaño de una pelota de fútbol, un tanto mas pequeña, vino del mismo centro hacia mi, como si quisiera caerme justamente en la cabeza, pareciera que estaba cerca porque el tamaño se hizo gigantescamente grande en segundos, o sea, del tamaño de una diminuta estrella hasta llegar a convertirse en una pelota de fútbol... De repente se detuvo ahí, en cima de mi cabeza, a unos treinta o cuarenta mil pies de altura (estimado conservador) luego de unos segundos hizo un movimiento espectacularmente hermoso, se movió en sentido horizontal, dejando tras de si una estela de colores brillantes hermosamente inmenso, difícil, totalmente difícil de describir, no existen palabras con las que pueda explicar tan lindo espectáculo, solo basta decir que en la naturaleza terrestre no existe nada siquiera parecido.

No sé si fue un aviso divino, tampoco sé si fue un movimiento compacto de la materia desintegrada en movimiento, o la venida del espíritu santo que vino a bendecirme o a advertirme de las buenas nuevas que estaban por llegar a mi vida, lo que si sé es que no era de este mundo, ese objeto volador que vieron mis ojos y que puedo jurar por Dios que lo vi, no era obra de ser humano alguno, porque aunque la humanidad es grandiosa, su grandiosidad no es tan grande como magnánimo fue aquel espectáculo.

Luis Alberto Ramírez

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